Abril cerró como el mes con mayor número de personas desaparecidas en el Estado de México desde que se tiene registro, reveló el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). En total, se reportaron 238 casos tan solo en ese mes, superando cualquier otro periodo documentado en las últimas siete décadas.
En lo que va del año, 802 personas continúan sin ser localizadas en el territorio mexiquense, y casi el 30% de estos casos corresponden al mes de abril. Este incremento preocupa, ya que representa un aumento del 36% respecto al mismo mes de 2024, cuando se contabilizaron 175 personas desaparecidas.
Desde 1952 hasta el 2 de mayo de 2025, más de 13 mil personas han sido reportadas como desaparecidas en la entidad, lo que convierte al Estado de México en uno de los focos rojos en el país en esta materia.
Este repunte en desapariciones ocurre en paralelo a un anuncio reciente del gobierno estatal, que presumió que abril también fue el mes con menos homicidios dolosos registrados en los últimos 100 meses. Sin embargo, organizaciones civiles han puesto en duda esta narrativa.
Para Iván Chávez Espejel, presidente de la asociación Ciudadanos Uniformados A.C., la aparente disminución de homicidios podría estar relacionada con una reclasificación de víctimas, muchas de las cuales podrían estar siendo reportadas como desaparecidas y, posteriormente, enviadas a fosas comunes sin identificar.
El análisis del Observatorio Nacional Ciudadano respalda estas dudas, al señalar que en varios municipios del sur del estado, como Texcaltitlán, Luvianos, Tlatlaya, Sultepec, entre otros, no se reportan homicidios dolosos, a pesar de la presencia documentada de grupos delictivos.
Por su parte, Sol Salgado Ambros, excomisionada de Búsqueda del Estado de México, advirtió que la cifra real de desapariciones podría ser incluso mayor, ya que en muchas regiones del sur las familias temen denunciar por posibles represalias. “El miedo es tan grande que muchas desapariciones no llegan a las estadísticas oficiales”, señaló.
El contraste entre los datos oficiales y la percepción en territorio mexiquense refleja una crisis profunda y silenciada, donde las desapariciones crecen mientras la violencia se disfraza con cifras optimistas.