México se encuentra entre los primeros lugares en obesidad infantil en el mundo. Por ello, a partir del 29 de marzo de este año, el Gobierno de México, a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP), impulsó el programa Mi escuela saludable, el cual dicta la prohibición de la venta y publicidad de comida chatarra y bebidas azucaradas a granel, con sellos de advertencia y leyendas, así como de alimentos preparados con altas cantidades de grasa, sal y azúcar, además de otras acciones en torno a una alimentación saludable.
Ante esta medida, la profesora e investigadora de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx), Roxana Valdés Ramos explicó que, aunque necesaria, debe estar acompañada de una sólida estrategia educativa para que tenga un impacto real.
“Prohibir es una mala idea si no hay un componente educativo. Quitar los alimentos ultraprocesados con alto contenido de grasas saturadas, sodio y azúcar sin explicar por qué o sin enseñar a preparar mejores opciones, no resolverá el problema del sobrepeso y la obesidad en nuestro país”, afirmó.
Asimismo, subrayó que para que estas acciones sean efectivas, deben involucrar a todos los entornos en los que se desenvuelve el estudiantado, por lo cual es indispensable capacitar no solo al personal escolar que prepara los alimentos, sino también a docentes y familias.
En este sentido, el papel de las y los docentes es clave, ya que representan una base sólida para la formación de hábitos saludables. De igual manera, las familias tienen la responsabilidad fundamental como primer espacio de aprendizaje y ejemplo sobre la preparación de los alimentos.
“Se trata de educar en conjunto a las infancias, madres, padres, cuidadores y personal educativo. Todos deben participar para garantizar una alimentación sana y sostenible”, indicó.
Valdés Ramos enfatizó la importancia de realizar campañas continuas de educación alimentaria durante las etapas formativas, así como fomentar el acercamiento con profesionales de la nutrición, a fin de mejorar los hábitos alimenticios.
“Uno de los mayores retos es que los alimentos ultraprocesados suelen ser más baratos y rápidos de preparar que una comida completa y equilibrada, esto hace que muchas personas se resistan al cambio. Por ello, es necesario acompañar cualquier medida restrictiva con educación, conciencia y alternativas viables”, concluyó.