¿Qué sentido tiene salir del clóset si el poder obliga a volver a él? Esa pregunta clave —incómoda pero urgente— recorre la realidad de las personas LGBTQ+ en el Estado de México, donde la discriminación es constante y el respaldo institucional apenas existe en el papel.
En el Estado de México, más del 37 por ciento de las personas LGBT+ ha sufrido discriminación en el último año, según cifras oficiales. Pero esa estadística, lejos de generar escándalo o acciones contundentes, parece diluirse entre discursos vacíos y actos simbólicos sin sustento. ¿Qué sentido tiene salir del clóset si el poder obliga a volver a él?
La entidad concentra casi medio millón de personas de la diversidad sexual, pero no cuenta con una política pública sólida que les respalde. En Nezahualcóyotl, el alcalde —el único abiertamente gay en funciones— presume logros como una tarjeta de servicios y una casa de asistencia, pero ambas iniciativas parecen más una estrategia de imagen que una política transformadora. No hay presupuesto serio, ni programas evaluables, ni continuidad. Solo arcoíris colgados en junio, mientras el resto del año reina el silencio.
El problema va más allá del desinterés político. El sistema judicial mismo contribuye a la discriminación. No existen jueces con capacitación en diversidad, ni policías con sensibilidad, ni ministerios públicos que comprendan que una agresión homofóbica es un crimen, no una riña más. Las leyes contra crímenes de odio están, sí, pero archivadas. La burocracia sigue tratándolos como incidentes menores, invisibilizando una violencia que cobra vidas.
Mientras tanto, las instituciones ondean banderas de colores como si eso bastara. La inclusión se vuelve pose. El cinismo institucional se toma fotos, pero no actúa. ¿Qué sentido tiene salir del clóset si la justicia te ignora?
La exclusión también afecta la salud. Casi el 50 por ciento de las personas LGBT+ en el Estado de México evita acudir a servicios públicos de salud, no por capricho, sino por temor: al rechazo, a los prejuicios, al maltrato. Uno de cada cuatro ha tenido pensamientos suicidas; uno de cada siete lo ha intentado. Y sin embargo, no hay una política estatal clara para atender su salud mental. No hay clínicas inclusivas, ni campañas informativas, ni personal capacitado. Junio se pinta de arcoíris, pero los centros de salud siguen grises de indiferencia.
En paralelo, la salida de Juvenal Vargas —controvertido exdirector de Educación Superior— marca un giro en la política interna. Aunque su renuncia fue silenciosa, su figura estuvo asociada al conflicto en la UAEMEX. Su salida podría leerse como un intento por recomponer caminos. Pero es solo un cambio de rostro: las estructuras siguen intactas.
Y si hablamos de estructuras inútiles, la Coordinación de Asuntos Internacionales del Estado de México se lleva una mención especial. Ante las redadas migratorias y los disturbios que afectan a más de un millón de mexiquenses en Estados Unidos., esta oficina permanece muda. No gestiona, responde o representa. Su utilidad es tan decorativa como indignante.
¿Qué sentido tiene salir del clóset si el poder te exige fingir que no existes? La respuesta, quizás, está en transformar el clóset en trinchera, y la resistencia, en agenda. Porque lo simbólico no basta: la dignidad exige políticas reales.