sábado, noviembre 23, 2024
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Entre rosas y veneno, la tragedia detrás de las flores del Edomex

Sus ojos son como nubes. Duerme casi todo el día porque, para él, la noche es igual a una mañana soleada en medio de su oscuridad. Brayan tiene ocho años y no ve, tampoco habla ni puede moverse libremente, sus habilidades le fueron arrebatadas desde que estaba en el vientre de su madre, quien trabajaba en los invernaderos de clavel y rosa en Coatepec Harinas.

Brayan tiene el tamaño de un infante de ocho años, pero no el desarrollo intelectual, sabe balbucear y gritar, nada más; es parte de la segunda generación de una familia afectada por los agroquímicos y pesticidas que se usan para embellecer el producto estrella de la región suroeste de la entidad mexiquense, las flores de ornato.

A su cargo está Rosa, su abuela. Nombre irónico pues es justamente el cuidado de las rosas de todos los colores el que ha afectado a más de 150 hombres de este municipio en el que dos o tres veces a la semana no hay luz y juega con los contrastes pues es cálido y está a las faldas del Nevado de Toluca.

A mediodía, Rosa hace un esfuerzo por asearse, su complexión robusta, los años que siente encima hacen su andar pausado… aunque de edad no son tantos, pasados apenas los 50s y las labores de cuidadora que debe realizar todos los días, le dejan poco tiempo para ella.

Además de Brayan, Rosa cuida a su hijo Alejandro, también nació con discapacidad intelectual y ojos de nube, con cataratas, pues, pero a él sí lo operaron cuando era un bebé y aprendió a hablar.

En su casa no hay mucho espacio para la privacidad y su piso es de tierra, pero para ella es suficiente, pues vive de las pensiones y para atender a los hombres que ama. Es viuda así que el tiempo que tiene, lo dedica a la crianza, eso intenta al menos.

Rosa, su hijo y su nieto viven en un cuarto de adobe y lámina con la extensión suficiente para tener una recámara -en donde caben dos camas matrimoniales maltrechas-, unas cajas de juguetes, una televisión y pasada una cortina hecha con lo que sobraba de un mantel, una cocina.

Ella y su fallecido esposo trabajaron 18 años en los invernaderos de clavel, ahí pasó sus dos embarazos, pero sólo Ale nació afectado. Así como los otros hijos hombres de quienes trabajan en el negocio que con los años se ha diversificado.

Por si fuera poco, la familia vive entre viveros, por lo que el agua que utilizan y la tierra en la que pasan los días, también contiene rastros de químicos.

Ahora en Coatepec Harinas se cultivan rosas, aguacate, fresa e incluso han intentado incursionar en el mercado del cempasúchil, aunque éste está dominado por Tenancingo, si se trata de flor de corte, y por Atlacomulco si la flor de los muertos está en maceta.

Cuando Ale nació, a Rosa le dijeron que sus ojos eran como nubes por el viento, después confirmó que tenía glaucoma, cataratas y retraso mental. El mundo se le vino encima, pero decidió hacer lo que podía por él.

Su casa nunca fue lujosa, sentía que vivía con lo suficiente. La esperanza se le fue de las manos poco a poco, Alejandro jamás podrá ser considerado un adulto por lo que lo poco que podría heredar sería una forma de comunicarse y una casa.

En el caso de Brayan es distinto, pues el niño necesita atención especializada y constante, una vez que Rosa muera, no sabe quién podría hacerse cargo de él porque su madre lo abandonó.

Ese pensamiento trata de alejarlo lo más que puede de su mente, pues sabe que no hay manera de predecir el futuro y su presente ya está lleno de retos con dos seres a su cargo.

A Ale le gusta ponerse ropa cómoda, unos pantalones que le quedan grandes, heredados, remedados, y cualquier playera, le sientan bien.

Tiene una colección de carritos de juguete con los que pasa todas las mañanas imaginando que conduce. Platica y ríe, no entiende de preocupaciones como su madre, así que a sus 25 años, vive el sueño de la infancia.

Rosa voltea a ver a Ale y suspira. Sentado trata de socializar como adulto, cruza las piernas, se sienta derecho, pero su plática lo delata, quiere juguetes y entender lo que otros dicen.

Durante 18 años, Rosa trabajó en viveros de clavel, comunes en la parte baja de Coatepec Harinas, oficio que comparte con su hija; le dijeron que la condición de los hombres de su familia era por el viento y el Sol. Ella lo creyó.

En la parte baja del municipio, la historia se repite, son más de 200 personas las que padecen algún tipo de discapacidad, en especial visual; sin embargo, ni el gobierno del estado, ni los municipales y mucho menos los consejos reguladores de la floricultura, tienen un censo que permita echar luz en la problemática.

El Estado de México es el primer productor nacional de flor y la única entidad con capacidad de exportación, mientras la región sur mexiquense, sobretodo Villa Guerrero, Tenancingo y Coatepec Harinas tienen 85.74 por ciento de superficie cultivada y son los principales productores, seguidos de Malinalco, Zumpahuacán, Tonatico, Ixtapan de la Sal, Zacualpan y Ocuilan.

Pero la consecuencia de la economía floricultora se vive en silencio, el uso de agroquímicos y pesticidas han dejado marca en quienes labran la tierra.

 “Así como Brayan la asociación ha encontrado a más niños con discapacidad, es una dura etapa aquí en Coatepec, hay mucho problema de la vista entre otras discapacidades, hemos participado en conjunto con otras fundaciones par hacer exámenes de la vista gratis”, comentó Miriam Yuritzi Alvarado, presidenta de la institución de asistencia privada “Juntos Logrando Sonrisas”.

Si bien a la fecha no ha habido una investigación de fondo de la mano de universidades en la región, el factor común es el trabajo en el campo que se ha heredado por generaciones.

“Hemos visto que los agroquímicos en mujeres embarazadas dejan este resultado, los niños nacen con algún defecto. Ahorita la fundación apoya a 50 niños y adultos con estas condiciones, ellos se enfrentan a vivir así porque no tienen el apoyo o el factor para salir adelante”.

Además de la discapacidad, en la zona no hay médicos especialistas, por lo que también enfrentan la carencia de tratamientos pues para ser atendidos se tienen que trasladar a Toluca o a la Ciudad de México, pero son los menos, pues la mayoría de los afectados viven en condiciones de extrema pobreza.

Brayan y su tío Alejandro reciben un apoyo por parte del gobierno mexiquense, 2 mil 500 pesos cada dos meses a cada uno, lo que es insuficiente para su manutención y medicamentos, así que en medio de los viveros hacen su vida, Ale destinado a no salir de casa y Brayan en una carretilla pues sus piernas no funcionan a causa de las múltiples discapacidades que padecen.

Además de enfrentarse con pobreza e inseguridad social heredadas, de acuerdo con la investigación “La floricultura del sur del Estado de México. Una perspectiva desde los derechos humanos”, publicada la Maestra en Ciencias Agropecuarias y Recursos Naturales por la UAEMex, Adela Vences, los trabajadores de los campos florícolas de esta zona mexiquense realizan diversas labores con elevado grado de peligrosidad, como lo es la exposición directa al uso de agroquímicos, éstos no cuentan con la capacitación necesaria para la aplicación y protección durante la actividad.

En caso de accidente dentro de la unidad y al no contar con seguridad social, los trabajadores son quienes asumen las consecuencias tanto en la salud como económicas.

“Por otra parte, el uso de agroquímicos y otros insumos para la producción, genera desechos que no tienen correcto tratamiento. La población está consciente de la contaminación que se produce, incluso del tratamiento que se le debe dar después de su uso; sin embargo, las acciones por contribuir al cuidado del medio ambiente son de pocas a nulas”, señala el estudio.

Según la Secretaría de Salud, 80 por ciento de los casos de intoxicación por plaguicidas registrados cada año en el mundo ocurren en países en vías de desarrollo. En México se emplean 260 marcas, de las cuales 24 están prohibidas y 13 restringidas, siendo las principales causas de intoxicación las deficientes medidas de control y previsión.

Pero es un secreto a voces, lo prohibido y restringido es más barato, más asequible para comunidades que viven en la opresión de las flores.

A pocos kilómetros del hogar que comparten Rosa, Brayan y Alejandro, vive Diego con su familia. A sus 21 años no estudia más, pasa los días en casa y sueña con ser músico, pero sus ojos no le dan respiro, se mueven de un lado a otro como si del movimiento dependiera la vida misma del joven.

Hace poco fue diagnosticado con nistagmus por un médico que llegó a la comunidad, pero no le dijeron el origen de la misma, lo que sí saben es que tiene que ver con las cataratas congénitas que corren en su familia y a malformaciones en el nervio óptico de nacimiento.

Sus ojos bailan todo el tiempo y, aunque con tratamiento podría mejorar, la realidad es que no tiene acceso a uno por la falta de recursos.

Los padres de Diego también se dedican al cultivo de la flor en Coatepec Harinas, han pasado años conviviendo con las mieles de las flores de ornato, pero también con las espinas, como las consecuencias en la salud del joven.

“Me dijeron que siempre la voy a tener, es una enfermedad, no siento nada, pero con los lentes se borra bien feo mi vista. No puedo mantener fijos los ojos. Primero me traté en el Hospital para el Niño en Toluca, luego le dijeron a mi madre que fuera a la Ciudad de México”.

Los padres de Diego pasan los días cortando y foleando, así que él se queda con sus hermanas y con su abuela, pues decidió dejar de estudiar. En su familia, trabajar en los viveros es parte de la tradición, así como cuidar a los que nacen enfermos, pues no es el único en su familia; tiene un primo que padece discapacidad intelectual moderada.

Pesticidas y fertilizantes tóxicos, un veneno que circula en el país

Los estados con mayor uso de plaguicidas son Sinaloa, Veracruz, Jalisco, Nayarit, Colima, Sonora, Baja California, Tamaulipas, Michoacán, Tabasco, Estado de México, Puebla y Oaxaca, siendo aproximadamente 80 por ciento de los plaguicidas totales lo que se aplica en estas regiones.

Datos del Consejo Regulador de la Flor en México señalan que más de 50% de los productores en el Estado de México utilizan químicos para todos los procesos de la producción de la flor de ornato, incluidos pesticidas y glifosato; esto pese a que desde 2013 se ha apostado por producciones verdes, es decir, que impulsan el uso de plaguicidas amigables con el ambiente y fertilizantes derivados de desperdicio orgánico.

Y es que los efectos pueden ser agudos como vómitos, abortos, cefaleas, somnolencia, alteraciones en el comportamiento, convulsiones, coma e inclusive la muerte y están asociados a accidentes donde una dosis alta es suficiente para provocar alteraciones que se manifiestan tempranamente y también crónicas como el cáncer.

Y no quedan de lado los efectos secundarios en los hijos no natos, los que siguen desarrollándose en medio de un hermoso veneno.

Se han consignado malformaciones congénitas, neuropatías periféricas y dolores vagos asociados a exposiciones repetidas. Los síntomas aparecen después de un largo período de exposición, lo que dificulta su detección ya que su biotransformación es lenta y provoca efectos acumulados en las personas expuestas.

El uso desmedido de agroquímicos y pesticidas tiene múltiples consecuencias negativas tanto para el medio ambiente como para la salud humana. Estos pueden filtrarse en el suelo y contaminar las fuentes de agua subterránea, lo que afecta la calidad del agua potable y puede tener efectos nocivos sobre los ecosistemas acuáticos.

Además, la exposición a agroquímicos y pesticidas ha sido vinculada a diversos problemas de salud en los seres humanos, entre ellos enfermedades respiratorias, cáncer, trastornos endocrinos y problemas reproductivos.

Hay estudios que han investigado los efectos de la exposición a agroquímicos y pesticidas en la salud humana, particularmente en mujeres embarazadas y en el desarrollo de los fetos.

En el tema de los defectos congénitos y trastornos del desarrollo, se ha encontrado una asociación entre la exposición a pesticidas durante el embarazo y un aumento en el riesgo de defectos congénitos y trastornos del desarrollo neurológico en los niños. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista Environmental Health Perspectives detectó que la exposición prenatal a pesticidas organofosforados estaba asociada con menores puntuaciones en pruebas de desarrollo cognitivo en niños.

Además, la exposición a ciertos pesticidas se ha relacionado con un mayor riesgo de parto prematuro y bajo peso al nacer, lo cual puede tener efectos a largo plazo en la salud y el desarrollo de los niños.

También se ha demostrado que la exposición a pesticidas como el clorpirifos y otros organofosforados durante el embarazo puede estar vinculada a problemas neurológicos en los niños, incluyendo retrasos en el desarrollo motor y cognitivo.

Otros análisis han señalado que los pesticidas pueden ser teratógenos, lo que significa que pueden causar malformaciones y discapacidades en los fetos expuestos durante el desarrollo intrauterino. Un estudio en Pediatric Research encontró que la exposición a pesticidas está asociada con un mayor riesgo de anomalías congénitas, como defectos del tubo neural.

La nueva administración estatal ha reconocido que los efectos secundarios de dedicarse a la siembra de flores han mermado la mano de obra en el sector. Las malas prácticas se han convertido en un recordatorio de que, como reza el dicho mexicano, “lo barato sale caro”.

Es por ello que el gobierno del Edomex anunció el Programa Transformación del Campo, con el que se busca transformar la forma de producir con la práctica de la agroecología, retomando las técnicas tradicionales y las nuevas innovaciones científicas y tecnológicas, reduciendo la utilización de insumos químicos, todo ello con la finalidad de construir una agricultura resiliente que genere beneficios para los habitantes del medio rural y para las generaciones venideras.

Pero de eso no entienden Rosa, Ale o Brayan, sólo del día a día. La madre y abuela camina pausado pensando en las deudas y con el “Jesús en la boca” por las deudas, las idas y venidas al hospital, por medicamentos que sólo mantienen vivo a Brayan y que ayudan a que Ale no muera por fallas en los riñones.

Así que cada vez que ve a sus ojos, sabe que eventualmente se quedará sin ellos, que las reglas de la naturaleza se van a invertir y ella será una madre sin hijo y una abuela sin nieto, lo sabe. Sus ojos que son como nube, se lo presagiaron.

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