La tradición mexicana dice que el 2 de febrero, hay que llevar al Niño Dios a la iglesia para que sea bendecido, por lo que la presentación tiene que ser en buen estado, a esta devota necesidad de los fieles, responde el Taller de Artesanías Euroza Zarate del municipio de Zumpango, quienes por generaciones se han dedicado a la restauración de niños Dios; renovarlos para su presentación ante Dios nuestro señor, comenta María del Carmen Zarate y David Euroza, restauradores, quien se da a la tarea de tenerlos listos para el día de la Candelaria.
La actividad la realizan todo el año con imágenes religiosas, pero a partir del mes de diciembre la solicitud de restauración de los niños Dios aumentan al momento de levantar los nacimientos y luego previo a la presentación, vestido en alusión a santos o pasaje bíblico, pero al devoción de la gente los lleva a presentarlo en buen estado.
Es común que cada año, las figuras de yeso se deterioren, principalmente de sus extremidades, se raspan de dedos, nariz, incluso se desprendan; en ocasiones hay que sustituirlas, comentan los artesanos, quienes responden a sus clientes que quiere conservar al Niño Dios por años, incluso por generaciones arrullan y visten, por un valor sentimental.
El taller recibe a las figuras deterioradas, en ocasiones hasta en pedazos o quemados, explican, el proceso comienza con la unión de estas piezas para volver a la forma original, ellos trabajan el yeso, la resina y la madera, luego de haber secado proceden a pintar, básicamente utilizan el color carne, un tono para las chapas, un blanco o azul para el cendal y uno para el cabello, el objetivo es dejarlo muy similar al original.
El tiempo de reparación es de dos días en promedio, el costo de un arreglo oscila entre los 100 y 300 pesos, según la condición de los niños que llegan por tamaños de 3 a 30 centímetros, por lo que estos artistas logran un trabajo preciso al gusto de la gente.
La familia conoce el oficio, lo hereda de los bisabuelos, actualmente los hijos y nietos Euroza Zarate ayudan a preservar una labor que han convertido en una tradición familiar.